Introducción: de Tylor a la Antropología Visual
El presente espacio se contextualiza en el marco del proyecto final del
curso de Antropología Cultural, dictado en la Licenciatura en Ciencias de la
Comunicación de la Universidad de la República. El mismo vincula cuestiones
generales de Antropología en su pertinencia con la Comunicación y es de
carácter anual. A lo largo y ancho de los diferentes módulos del programa,
hemos tomado contacto con el desarrollo histórico de la Antropología y sus
principales corrientes, desde el Evolucionismo hasta el Postestructuralismo,
pasando por el Relativismo Cultural y el Estructuralismo. Incluso hemos
visitado el territorio de la Antropología Visual y de la Imagen, comprendiendo
sus características propias y sus diferencias con el cine u otro tipo de
registros audiovisuales.
Dentro de este vasto compendio tomamos los conceptos que entendíamos que
mejor se adaptaban al tipo de trabajo que quisimos realizar. El mismo se
propone esbozar un acercamiento entre personas que concurren a un determinado
taller de arte, con la humilde pretensión de conocer desde adentro el carácter
de las relaciones simbólicas y de representación que allí se efectúan,
utilizando como insumo al registro de imágenes en movimiento.
El producto audiovisual realizado se desprende del ensayo de investigación y
funciona bajo una suerte de registro orientador, que posibilite a quien lo mire
establecer un primer acercamiento con el grupo humano.
Desarrollo del trabajo: algunas observaciones
Trabajamos en conjunto con los integrantes del grupo que asiste los martes a
las 18:00hs al Taller Berro, ubicado en la intersección de las calles 8 de
Octubre y Presidente Berro. Intentamos poner en práctica algunos conceptos del
método etnográfico propuesto por Malinowski, por el cual el investigador se
adapta progresivamente al nuevo entorno, para reducir su condición de
advenedizo y así experimentar la multiplicidad de dicha cultura desde el seno de
la misma. Para ello asistimos varias veces al taller, las primeras sin cámara
de video y las últimas dos ya con la cámara. Si bien nunca pudimos superar del
todo nuestra condición de sujetos ajenos, sí notamos que a medida compartíamos
territorio martes a martes nuestra relación con el grupo se fue haciendo mas fluida.
Esto nos permitió aumentar el número de conexiones que allí establecimos,
eludiendo por momentos y cada vez más a menudo nuestra condición de meros
observadores.
El grupo humano es de gran variación etaria, por lo cual nos vinculamos
tanto con niños como con adultos. El proceso de aclimatación al grupo se dio
mucho más rápido entre los niños que entre los adultos. Ambos poseen en común
que todos se conectan fundamentalmente con el arte de esculpir, aunque también
pueden vincularse con la pintura si así lo desean. El fomento de la capacidad
creativa es inherente al lugar y cada participante se conecta con su obra de
manera particular de acuerdo a sus intereses. En este sentido notamos una diferenciación
en el valor simbólico que niños y adultos otorgan a sus obras. Los primeros
enfatizaron meramente en el aspecto lúdico mientras que algunos mayores
esperaban poder vender su producción. Por otro lado, si bien desde la
coordinación del Taller no se propugna una diferenciación jerárquica respecto
de los participantes, dicha jerarquización se da de hecho, producto del sistema
de clasificación de elementos que arrastramos las personas a nivel del
pensamiento en relación con el carácter privado del espacio. Dicha
jerarquización se materializa haciéndose directamente observable en las
actitudes de algunos participantes acorde a la presencia o ausencia del docente
(autoridad).
Las interacciones humanas que se producen en el Taller tienen la particularidad
de ser mediadas por lo artístico. Cada uno de los participantes se vincula no
sólo con sus producciones sino también con las de los demás, y con los demás a
través de ellas. Incluso en un caso particular dos niños trabajaron conjuntamente
en dos esculturas de bebés, una cada uno, terminando su trabajo ambos el mismo
día, lo que les permitió establecer un vínculo específico a raíz de la
similitud de sus respectivos objetos.
Por último es bueno destacar que nuestro accionar intentó abarcar la
multiplicidad del taller en tanto frecuentamos la mayor cantidad de sus
rincones. De esta forma no sólo participamos de las actividades que allí
ocurrían, sino que también fuimos observadores tanto de la dinámica de los
participantes como también conversamos específicamente con los docentes, además
de habernos enfocado en su puesta en conjunto.
Conclusiones
La experiencia de trabajo artístico en un espacio colectivo bien puede
categorizarse como un ritual. Habiendo participado del mismo durante unas
horas, hemos encontrado formas de expresión y relacionamiento que articulan una
metodología orientadora con cierta libertad creativa de los participantes. Es
decir, existe una estructura constitutiva del ritual, con roles diferenciados y
jerarquización, pero la misma no predetermina su desarrollo ni sus resultados.
Si bien los docentes se desempeñan como guías mientras los aprendices son
quienes llevan a cabo las obras, ambos comparten al arte como interés común, lo
que dinamiza el papel de cada participante del ritual y posibilitando, en
algunas ocasiones, la inversión de roles.
Otro elemento propio del ritual es su periodicidad. El grupo con el que
trabajamos concurre al taller una vez cada 7 días, durante 3 horas seguidas.
Los participantes se separan en dos subgrupos, niños y adultos, que solo
coinciden en el lugar por unos minutos.
Por otro lado el ritual incorpora en ocasiones elementos que a priori
parecen extraños al taller. Entre los adultos llevar comida o bebida para
compartir con los demás es usual.
Las obras constituyen las significaciones fundamentales del taller, tanto
por su carácter simbólico, diferenciable según las personas, como por el
respeto que el grupo demuestra frente a ellas. Esto parece lógico teniendo en cuenta que
dicho grupo de gente cuenta con una sensibilidad artística explícita. Sin
embargo, las relaciones que allí se establecen no se agotan en las obras sino
que se potencian de estas, abriéndose posibilidades para otro tipo de
encuentros.
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